O’Higgins y el reconocimiento de la soberanía mapuche

 


    Luego de la Batalla de Chacabuco, que acontece el 12 de febrero de 1817 y marcaría el comienzo del periodo de la Patria Nueva, operando como punto de inflexión en la decidida marcha hacia la independencia chilena, el ímpetu conquistador realista seguía amenazando con desbaratar los logros de la incipiente república y su proyecto de consolidación del Estado nación. El número de combatientes que cada parte contaba para sus filas podía inclinar la balanza en favor de uno u otro, sin que nada estuviese plenamente determinado de antemano. Es en este contexto que Bernardo O’Higgins, ya en su calidad de director supremo, inicia una serie de diligencias de corte diplomático con el pueblo mapuche, cuya finalidad habría sido sumar a los indígenas a la causa patriota en contra de la monarquía. Testimonio de este acercamiento es la declaración de agosto de 1817, donde el prócer promete públicamente que “Habrá una paz eterna y duradera entre este Gobierno y sus súbditos y todas las naciones que habitan desde la otra banda del Biobío hasta los confines de la Tierra” (O’Higgins, citado en Leonardo León, O’Higgins y la cuestión mapuche, 1817-1818, 2011), estableciendo un cambio significativo respecto a la tensa relación entre el pueblo mapuche y los conquistadores españoles luego de su llegada al continente.

    Siguiendo al historiador Leonardo León, el autor Pedro Cayuqueo asegura que tal proclama “es el primer reconocimiento chileno de la independencia mapuche” (Historia secreta mapuche, 2017), pues la mención de “las naciones que habitan desde la otra banda del Biobío” llevaría implícita su condición de soberanas. Asimismo, el escritor vuelve a citar al denominado padre de la patria a través de su proclama del 13 de marzo de 1819, donde se hace referencia a la firma de “la gran carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”. Así, habría quedado establecido el reconocimiento de la autonomía del pueblo mapuche, refutando la noción popular de que el conflicto con los indígenas tendría un despliegue continuo desde las primeras incursiones de los europeos en territorio del Wallmapu, extendiéndose por alrededor de quinientos años. Las relaciones entre chilenos y mapuches, sugiere Cayuqueo, gozaban de reconocimiento y validación en cuanto unidades político-administrativas independientes durante el periodo de la reconquista republicana.

    Sin embargo, la filóloga de la Universidad de Chile, Raïssa Kordic, en un análisis pragmático del concepto de nación utilizado durante la época de la misiva y la declaración citadas, advierte que “A través de toda la documentación hispanoamericana de época, y hasta el siglo XIX, corroboramos el valor sémico de la palabra naciones –es decir, cuando es usada en plural– como equivalente de ‘etnias’, ‘culturas originarias’, ‘nativos’, sin el valor político-administrativo que posteriormente adquirió” (Rasgos históricos de lengua y errores en la interpretación y lectura de las fuentes coloniales: reino, país, provincia, nación, 2015), indicando que, en la carta de 1817 de Bernardo O’Higgins, se designa “con la voz en plural, a la población mapuche como tales nativos de ese suelo, y no, lamento en el alma decirlo, como reconocimiento a un estado político-administrativo independiente, como algunos han querido interpretar (ciencia es ciencia, aunque a veces duela)”.


Publicado originalmente en Academia Libre el 5 de junio de 2021

Comentarios

Entradas populares de este blog

Rolando Mellafe Rojas y el acontecer infausto en el carácter chileno

Hernán Tuane Escaff: la psicología al servicio de la tiranía

El último mural de Siqueiros