El último mural de Siqueiros

 


    Una escuela ubicada en Iztapalapa, México, alberga Paisaje de Copiapó (1972), el último mural del artista David Alfaro Siqueiros. En él representa el emplazamiento de esta ciudad minera en medio de la característica topografía e inmensidad del desierto de la Región de Atacama. No obstante, no es solo el recuerdo del paisaje que acogió al muralista durante cuatro años, luego de su autoexilio en el país del sur huyendo de la persecución por su supuesta participación en el atentado contra León Trotsky, lo que le otorga significados a su obra, sino que en ella se entrelazan momentos históricos e ideales políticos que tendieron puentes entre Chile y México en nombre de la soberanía popular.

    Alrededor de 1940, Siqueiros llega a Chile ayudado por el poeta Pablo Neruda, encontrando en el país no solo un lugar de cobijo, sino también un atento auditorio interesado en su pensamiento. El artista “aprovechó su estancia en Chile para impartir diversas conferencias sobre el arte contemporáneo de México, lanzando discursos antifascistas y el manifiesto En la guerra, arte de guerra. Discursos que extendió a otras naciones latinoamericanas” (Leticia López, Notas de un paisaje solidario: Copiapó, UNAM, 2005). Esta interacción con el pueblo chileno le habría permitido acceder a fuentes históricas que narraban un olvidado pasaje de la historia en donde, en 1863, Benito Juárez enfrentaba con grandes penurias la invasión francesa en territorio mexicano en el contexto de la Batalla de Puebla, cuestión que llegaría a oídos del poeta copiapino Guillermo Matta Goyenechea, admirador del caudillo oaxaqueño, quien, haciendo uso de su situación económica privilegiada y su gran influencia local, habría enviado dinero y barras de plata como aporte al financiamiento de la causa mexicana en contra de la invasión extranjera. “Hombre-nación, él iba / con su patria doquier como bandera; / que ese indio tiene de su raza altiva / la audacia muda y la arrogancia fiera.”, dirá Matta en su poema Benito Juárez, dedicado al benemérito de las américas (Revista de Santiago, tomo III, 1872-73).

    Poco más de un siglo después, un nuevo puente se establecería entre ambos países. El México de la década de 1970, presidido por Luis Echeverría Álvarez, enfrentaba el desafío de otorgar dignidad a las clases populares en un momento donde la industrialización y las lógicas de mercado internacional amenazaban con su precarización. En este contexto, surge la iniciativa de la creación de la vivienda popular, solución nacional al problema del crecimiento acelerado de la población y que venía a hacer frente a la intromisión en la materia de las potencias que, según Echeverría, “están luchando en realidad por zonas de influencia, por colonias o por protectorados [allí donde había que] preparar un siglo XXI con las libertades que nuestros próceres quisieron desde principios del siglo pasado” (Leticia López, Notas de un paisaje solidario: Copiapó, UNAM, 2005). Para estos efectos sería creada la unidad habitacional Vicente Guerrero, en la Delegación de Iztapalapa, la que contó con la participación del presidente Salvador Allende en su inauguración, representando el ímpetu con que otros notables personajes latinoamericanos habían luchado en favor de las clases populares y en contra del intervencionismo extranjero. Siqueiros sería el encargado de dejar testimonio del espíritu de este proyecto, dando forma al último de sus murales: Paisaje de Copiapó, que entrelaza el abrazo de naciones hermanas en cuanto a la defensa de la dignidad del hombre y que, entre Chile y México, ha trascendido los tiempos.

Publicado originalmente en Academia Libre el 9 de mayo de 2020

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