Mies van der Rohe: la expresión de la época a través de la arquitectura
Uno de los grandes nombres de la arquitectura es el de Mies van der Rohe, reconocido entre los principales exponentes del movimiento moderno, estilo sumamente influyente durante gran parte del siglo XX. Originario del desaparecido Reino de Prusia, comienza a dar sus primeros pasos en este arte bajo la dirección de Peter Behrens, quien ha sido considerado por muchos como el padre del diseño industrial, cuestión que marcaría de forma decisiva sus nociones sobre la relación entre la práctica del arquitecto y la expresión de los fundamentos de la cultura en su obra.
Hermético, solitario, de tan pocas palabras como de tratados escritos, centra sus investigaciones a contracorriente de los propósitos de las vanguardias artísticas de las décadas de 1910 y 1920, las que, en lo fundamental, buscaban romper con el canon. Quien fuera el último director de la Escuela de la Bauhaus, y que debió asumir su cierre dada la imposición del ideario del nazismo en Berlín en 1933, emigrando a Estados Unidos cuatro años más tarde, buscó en la arquitectura la continuidad de la historia, en una época de importantes fragmentaciones político-sociales a nivel global, ubicando la tecnología como eje articulador entre la tradición y la modernidad. Bajo esta óptica es que, en su manifiesto Arquitectura y tecnología, de 1950, afirma: “La tecnología tiene sus raíces en el pasado, domina el presente y tiende al futuro. Es un verdadero movimiento histórico; uno de los grandes movimientos que dan forma y representan su época” (Moisés Puente. Conversaciones con Mies van der Rohe. 2013). Y es que para el autor es la arquitectura la que ha escrito la historia y ha dado a las épocas sus nombres, siendo el leitmotiv de la modernidad la preocupación por lo funcional, enmarcado en la lógica industrial y su capacidad para reproducir soluciones para el habitar doméstico y dar respuesta a las necesidades del mundo del trabajo.
Es en este punto donde muestra sus discrepancias ideológicas con personalidades de la talla de Frank Lloyd Wright, respecto del cual critica su relación con la realidad de su tiempo: “Sientes que su arquitectura se fundamenta en la fantasía”, señala, produciendo obras hostiles hacia las dinámicas propias de la ciudad. El arquitecto, según Van der Rohe, debe ser especialmente riguroso con la aplicación de sus fundamentos teóricos, indicando que primero debe hacer el ejercicio de aceptar la realidad, para desde ahí hacer algo en coherencia con ella, promoviendo un orden basado en una racionalidad técnica que posibilite la libertad; coordenadas que se expresan en obras como el denominado Pabellón Alemán, creado para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, que privilegia la horizontalidad del espacio y luminosidad, con una alta rigurosidad técnica, intentando evocar los ideales de la transparencia, el orden y el progreso de la República de Weimar de esos años. Tales elementos son expresados en la Casa Farnsworth, de 1951, que replicaría en rascacielos como el 860-880 de Lake Shore Drive, del mismo año. Finalmente, sintetiza su noción de continuidad histórica de la civilización con la Neue National Gallery, de 1968, en Berlín, donde conjuga el espíritu característico de la tecnología de la modernidad, mediante el uso del acero y el vidrio, con una monumentalidad que busca evocar las grandes obras de la época clásica, cumpliendo así con su ideal de “construir una arquitectura que exprese la civilización en que nos encontramos”, pues, en tiempos turbulentos, “esta es la única vía que veo para vencer el caos”.
Publicado originalmente en Academia Libre el 28 de agosto de 2021
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