El libro y las clases populares durante el gobierno de la Unidad Popular

 


    Un objetivo central durante el gobierno de Salvador Allende fue el de democratizar la cultura, pues reconocía en este ámbito una fuerte estratificación social, donde solo las élites dominantes gozaban de acceso a las grandes obras. “El nuevo Estado procurará la incorporación de las masas a la actividad intelectual y artística”, señalaba el Programa básico del gobierno de la Unidad Popular, publicado en 1969. Y es en torno a esta premisa fundamental que se realizaron grandes esfuerzos por desarrollar de manera concreta este propósito, donde una de sus expresiones, en lo relativo a la literatura, fue la creación de la editorial Quimantú, formalizada el 1 de abril de 1971, mediante la compra de los activos de la Editorial Zig-Zag, que por ese entonces se encontraba en una grave crisis económica. Así, el nuevo Sol del saber (traducción de las voces mapuche kim y antú, que conforman el nombre de la nueva empresa estatal) comienza sus labores para acercar a las clases populares el libro y la lectura mediante fuertes políticas de reducción de costos y mejora sustantiva de los canales de distribución a nivel nacional. De este trabajo surgen las colecciones Nosotros los chilenos, Quimantú para todos, Cuadernos de educación popular, Clásicos del pensamiento social, Cuncuna, junto a revistas como Cabrochico, La quinta rueda, entre otras, cuyos tirajes oscilaban entre los 20 mil y 50 mil ejemplares, llegando a gran parte del territorio a través de venta en librerías, quioscos, sindicatos, asociaciones, etc. 

    Y es que el libro y la lectura, en el marco de un programa amplio de educación popular, tenían un lugar central: “No hay revolución en el mundo contemporáneo que no haya desatado el verdadero boom editorial […] la explosión del libro y de la cultura”, señalaba Volodia Teitelboim, en la revista La quinta rueda, en 1973, celebrando el que a principios de ese año la editorial contara con la inédita cifra de 5 millones de libros vendidos en un plazo récord para la época. Tal experiencia constataba de manera concreta, según el intelectual, el que “el pueblo era una esponja ansiosa de absorber el agua de la vida, de la lectura, del conocimiento […] el pueblo sabe que necesita formarse una cultura, que leer es para él una necesidad apremiante y permanente si quiere aprender a dirigir un proceso revolucionario”. Ahora, testimoniaba el escritor “surgen las bibliotecas domésticas, con ánimo crecedor, en el domicilio del obrero”.

    Pero no solo el alto volumen de tiraje era lo que Teitelboim destacaba respecto a esta iniciativa sin precedentes, sino que ponía especial énfasis en el esfuerzo de la editorial por cubrir los más amplios campos del saber, donde temáticas sobre política, sociología, ciencias, etc., eran tratados con la misma atención que las más destacadas obras de la literatura. Su programa con tintes enciclopédicos y pedagógicos, a través de publicaciones como la revista Nosotros los chilenos, que retrataba la vida de los pobladores a lo largo de todo el territorio, resultaba “indispensable, porque para hacer una revolución y un país nuevo los chilenos deben saber quiénes son Chile y los chilenos”, apuntaba el escritor. 

    Sin embargo, esta iniciativa encuentra un cierre abrupto y violento por mandato de la Junta Militar en el golpe de Estado de 1973. Un año más tarde, la dictadura interviene el sello editorial renombrándolo como Editora Nacional Gabriela Mistral, instalando un profundo nacionalismo ideológico funcional al totalitarismo del régimen, acabando con ello con el espíritu fundamental que habría inspirado a la editorial.


Publicado originalmente en Academia Libre el 9 de mayo de 2020


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