Dolor, de Vincent van Gogh


    “¿Qué es más civilizado, más delicado, más viril: abandonar a una mujer o apiadarse de una abandonada?”. Con esta pregunta, planteada en una carta dedicada a su hermano Theo en abril de 1882, Vincent van Gogh introduce en su vida a Clasina María Hoornik, a quien decidió llamar Sien, una mujer encinta, abandonada por su familia y pareja, que vagaba por las calles de La Haya, asegurando su sobrevivencia por medio de la caridad y la prostitución. El artista, que ya había resuelto dedicar sus días a la plástica y se encontraba dando sus decididos primeros pasos al respecto, estableció con la desdichada un acuerdo mediante el cual él la acogía en sus dependencias en la medida en que ella oficiara como modelo para sus primeros estudios en dibujo, recibiendo algo de comida y un salario incompleto a cambio.

    Por estos años, Van Gogh albergaba la convicción de que el arte no podía sino concebirse como aquella actividad en que el hombre hace visible lo que se presenta oculto en la naturaleza, otorgándole legibilidad: “El arte es el hombre agregado a la naturaleza; la naturaleza, la realidad, la verdad, pero con un significado, con una concepción, con un carácter, que el artista hace resaltar, y a los cuales da expresión, que redime, que desenreda, libera, ilumina” (Cartas a Theo, Idea Books, 1998). Es así que la aproximación al modelo debía obedecer al principio de dar luz a una realidad concreta, logrando producir un efecto de revelación frente al espectador. No se trataba entonces de las formulaciones académicas sobre la plástica, sino más bien de la observancia profunda de la naturaleza. En este sentido, el artista asumió plenamente las palabras de Anton Mauve, uno de sus primeros maestros y exponente del realismo francés, al exigirle que dejara de hablarle de pintores: “hábleme de ese borde del barranco o de algo análogo”, pues no es “a la lengua de los pintores como a la de la naturaleza a la que es necesario prestar oídos”. Bajo esta óptica es que el pintor neerlandés aborda a Sien en cuanto modelo, pues en su sino habría encontrado la marca de un profundo sufrimiento invisible para las mayorías y que se volvía preciso develar. De este estudio es el dibujo a lápiz y tinta en papel llamado Sorrow, de 1882, donde la mujer figura como representante universal del dolor encarnado en la desnudez de un cuerpo abatido sobre una roca, marcado por el tiempo y con un rostro invisibilizado por la tristeza. 

    Considerado por el autor como uno de sus trabajos mejor logrados, Sorrow, que incluye la cita “¿Cómo puede existir sobre la Tierra una mujer sola?”, de la obra La femme, de Jules Michelet, representa el convencimiento de Van Gogh de que alguien “de formas y actitudes absurdas o lleno de excentricidad y aspectos caprichosos, solamente con que se sienta preso de un dolor verdadero o que lo emocione una desgracia, puede transformarse en una figura dramática de un extraordinario carácter”.


En la imagen, la obra Sorrow, de Vincent van Gogh.

Publicado originalmente en Academia Libre. 1 de noviembre de 2023

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