José Ricardo Morales aborda la obra abierta de Gonzalo Rojas
Con ocasión de la recepción del poeta Gonzalo Rojas como miembro honorario de la Academia Chilena de la Lengua, en noviembre del año 2002, el dramaturgo, ensayista y académico José Ricardo Morales ofrece un discurso en el cual elogia la obra del vate en clave ensayística, renunciando deliberadamente al mero relato biográfico y la exposición somera de la creación del autor, propios de tales ocasiones.
Morales da inicio a su alocución poniendo sobre la mesa el problema de la explicación de la obra y la resistencia del artista a que esta sea clausurada mediante la aplicación de sentidos unívocos por parte de la crítica. Así, acudiendo a los poemas La lepra y Los letrados, de Rojas, el erudito apunta sus dardos contra la academia, denunciando “ese saber vacío del que se hace gala en determinadas cátedras, ya que en ellas se efectúa el descuartizamiento más despiadado y sistemático de los textos estudiados, con el que se termina por convertir la obra viva en un despojo sanguinolento” (José Ricardo Morales, Discurso de recepción del miembro honorario don Gonzalo Rojas, 4 de noviembre de 2002). Y es que toda obra, agrega, deberá rechazar los intentos de explicación y, en cambio, habrá de consistir en una implicación, una exigencia para adentrarse en ella. Es la erótica del arte, concepto que acuñara Susan Sontag en la década de 1960 en su conocido ensayo Contra la interpretación (1966), lo que reconoce Morales a lo largo de toda la poesía del homenajeado, pues la lectura, dirá como consecuencia, es un coito, “entendiéndola en el sentido de un co-ire, de un “ir juntos”, conjugándose mediante ella la obra con el lector, para llegar a ser uno”. De este modo, el orador establece la poesía del vate como paradigma de un encuentro que, por definición, se plantea como único y resistente a todo intento de encapsulamiento académico. Pero, aunque reconoce la centralidad de este elemento en la obra de Rojas, no deja sus letras entregadas a la mera expresión de la pasión desenfrenada, pues lo que el artista habría llevado al papel es ante todo una “cosa mental, materia de pensamiento” bajo un entendimiento riguroso y único, que no puede sino justificarse en un extraordinario dominio de la palabra.
La poesía del autodenominado místico concupiscente no resuena solo por su declarado erotismo, sino también por “determinados ecos de los grandes poetas arábigo-andaluces” y por “el empleo de los arcaísmos más remotos de nuestro idioma, en reaparición continua sobre diversos asuntos del presente”. Un aspecto que “responde a la idea de que en un mundo en el que todos pretenden ser originales, la originalidad mayor consiste en rescatar nuestro origen, dándole renovada actualidad, haciéndolo así actuante”, permitiendo el resurgimiento de lo más profundo de aquella habla castellana que todavía se dejaba oír en algunos de los rincones cada vez más olvidados del sector rural.
En estos términos es que José Ricardo Morales se refiere a la poesía de Gonzalo Rojas, subrayando críticamente la necesidad de considerar la obra como cosa abierta, fecunda de significados, en la medida en que el lector se encuentre dispuesto al co-ire en una suerte de acoplamiento con el texto, advirtiendo a la academia que junto con “acrecentar su acervo únicamente con la sapiencia de los tecnólogos en cuanto rigurosos hacedores de diccionarios, [también habrá de] destacar a quienes renuevan nuestras voces, las validan, oponiéndose a la invasión de otras lenguas que privan a la nuestra de su condición de idioma, dejándola sin idios o particularidad pensante y hablante”.
En la imagen: retrato de Gonzalo Rojas.
Publicado originalmente en Academia Libre. 1 de octubre de 2023
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