Siente / Resiente / Presiente
Grita el despertador a las cinco de la mañana; medio abriendo sus ojos y con una agilidad forzada inaugura la semana. En su cocina-comedor-living-dormitorio, con los trastos dispuestos exactos, enciende la tetera para una dosis de café. Una ducha cronometrada termina de cargarle el peso de la rutina. Cinco sorbos, unas tantas mordidas al pan, la loza al lavaplatos, tomar la mochila y largarse del hogar. Echa llave a la puerta y comprueba dos veces que haya quedado bien cerrada. Tiene tres minutos y veinte segundos para llegar al paradero. Antes que él, ya están las mismas tres a las que ve de lunes a sábado. ¡Permiso, jefe! es la contraseña para entrar al autobús que lo llevará al tren en quince minutos. Llega a los torniquetes, a veces los salta, a veces paga, pero esto importa poco: la clave está en que el tiempo no se puede desperdiciar. Baja en su estación después de cincuenta minutos a punta de reloj. Corre al otro paradero, donde se instala en una fila en la que, si no logra ubicarse entre los primeros cuarenta, arriesga castigos y reproches por parte de sus, así llamados, superiores. Pero esto casi nunca ocurre, pues no es solo él quien tiene sus días, sus meses, sus años, severamente arreglados.
Finalmente llega a destino: el barrio alto. Camina rápido, aunque no lo suficiente como para no levantar sospechas —voy a buena hora, se dice intentando disimular—. Uniforme, guantes de hule, escobas, traperos y desinfectantes lo esperan para desempeñar su rol en el palacio del consumo.
Pero el momento más agrio de la jornada no es esta rutina, es la caminata por la ciudad alta hasta su puesto laboral. Dedos invisibles, inquisidores, lo apuntan gritando su lapidario mensaje: ¡Tú aquí no perteneces! Pero él sabe que no son los arquitectos los que han levantado la catedral. Él es pájaro al cual le han arrebatado el nido y vuela invisible alrededor para un día recuperarlo, mientras el aire más puro del oriente que se deja caer sobre su rostro duele como lluvia congelada. Siente y resiente, pero también presiente que tarde o temprano podrá poner fin a sus andadas, dejar de padecer las horas y recibir con gracia las bondades del sol cada mañana.
27 de octubre de 2021
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